lunes, 6 de enero de 2014

Urgencias: segunda temporada


Acabo de terminar de ver la temporada 2 de Urgencias. Para ser sincero, las primeras tandas me pillaron demasiado joven y tuve que prescindir de verlas salvo por capítulos sueltos de vez en cuando. Cuando me enganché a la serie, calculo que por la temporada 5 o 6, tampoco tardé demasiado en situarme, pero me faltaban guiños y vivencias de ciertos personajes. Me faltaba George Clooney. Sea como sea, la seguí hasta que terminó hace unos años en la temporada 15, todo un hito en la historia de las networks para una serie tan compleja que, a fin de cuentas, se trata de un procedimental/drama médico. Así, ahora me he propuesto volver a ver la serie entera. Ya vi la primera estupenda temporada (y comprendí de inmediato por qué Urgencias venció a Chicago Hope en la batalla de las audiencias), un chute de adrenalina, de ritmo narrativo y OTRA FORMA de contar historias. 
     La estructura de los episodios de Urgencias era curiosa: cada diez, quince minutos se introducía una nueva historia (habitualmente un paciente que llegaba con un problema nuevo), de modo que, además de las tramas de varios capítulos y los arcos de temporada, cualquier espectador que conectara a mitad de episodio pudiera engancharse y no sentirse deudor de esa fidelidad irrevocable cuyo paradigma es Lost. No sucedía nada por haberse perdido medio capítulo, eso es, y las historias se entrelazaban con una velocidad asombrosa. Cuando hablo de ritmo, de velocidad, es literal. Para transmitir la tensión y el caos que se pueden vivir en la planta de Urgencias de un hospital público, el ritmo, las interacciones entre personajes, el ruido de máquinas y la cantidad de sangre y camillas y figurantes en los pasillos, los travellings (con toda seguridad precursores de los que tanto ha explotado Sorkin, aunque mucho más caóticos y complejos) eran continuos. Claro, muchos espectadores se quejaban porque la serie los ponía de los nervios y les dejaba el corazón en el pecho. No daba respiro. Pero joder, ¿de qué estamos hablando? De una serie que se llama Urgencias. Aquí no hay tiempo, como en House, para sacar una pizarrita y consultar con todo el equipo médico qué tratamiento seguir. Aquí se toman decisiones YA, porque el tiempo puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Sí, hay tiempo para amoríos, pero no para esas absurdas escenas de cruces de miradas y roces en pleno quirófano à la Anatomía de Grey
     ¿Qué cuenta esta segunda temporada, a grandes rasgos? Además de los amoríos y desamoríos del doctor Ross (un guaperas George Clooney), la tensa relación entre Benton y el propio Ross por un caso de mala praxis, la incompatibilidad entre vida laboral y familiar para el doctor Greene, la historia de Susie y su hermana drogadicta, alcohólica teniendo una hija a la que ella quiere adoptar, la llegada de uno de los pilares de la serie, la doctora Weaver (mala como pocas, buena como pocas)... así como todos los dramas cotidianos que se pueden vivir en un hospital atestado de indigentes, inmigrantes ilegales y gente con muy poca paciencia y muy poco dinero. En definitiva, lo que Urgencias acostumbró a darnos desde su maravilloso y vertiginoso piloto.
     Por eso me sorprendió tanto, al ver la finale de la segunda temporada, cuando Carter (hilo conductor de la serie desde el principio) al fin se gradúa y pasa a ser médico, que todo comience con una calma irreal, a cámara lenta, con una canción relativamente tranquila y el baile desenfadado de enfermeros y los responsables de admisión del hospital. Es una declaración de intenciones, cierto, como queda patente más tarde, cuando Carter antepone el bienestar de sus pacientes a la satisfacción personal: se queda jugando a las cartas con un niño enfermo que está solo para que no se sienta mal; a cambio, se pierde su propia graduación. Sin embargo, al final del episodio, tras esa pausa, esa prolongación del tiempo a voluntad, ante las dudas que aún pueda haber, tanto los jefes del County como los espectadores estamos convencidos de que John Carter será el mejor médico en su especialidad.

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