sábado, 24 de diciembre de 2011

Black Mirror: Dead Set 2.0

Ver Telecinco es malo para la salud, para la inteligencia, para la humanidad. Yo no veo Telecinco, pero tengo familiares que sí lo hacen y estoy convencido de que no son peores personas que yo. Pero existe esa idea. Después de todo, la culpa no es de Telecinco, sino de los espectadores y de los creadores de este tipo de televisión. Como digo, no es algo propio de España o de una sola cadena; en otros países también tienen lo suyo, y pienso por ejemplo en Reino Unido o Italia.
Bien, los británicos son muy dados a transgredir géneros y llegar donde los demás creadores no se atreven. En esta ocasión vengo a hablar de un tipo peculiar, guionista extraordinario, que bebe las mieles del éxito gracias a que se le ha dado mano libre para hacer televisión de autor, Charlie Brooker.
     Hace unos años fue la miniserie que lo dio a conocer a todo el mundo, . Recuerden: invasión zombie, todo el mundo se contagia salvo los habitantes de Gran Hermano, naturalmente aislados y ajenos a lo que sucede fuera de su Guadalix de la Sierra británico. Es entonces cuando una trabajadora del programa acaba colándose y, junto a ella, varios muertos vivientes. Entonces se desata la masacre. Hay mordiscos, gritos, insultos, muerte, sangre, mucha sangre. Imaginad si había sangre que parecía puro gore. Y mucha gente se quedó en el gore, cierto. Bueno, sin intención de joder la impresión, he de decir que el final de la miniserie me pareció de una desesperanza horrible. La última imagen, si mal no recuerdo, era la de los caminantes (muertos o infectados) que se detenían ante un escaparate a ver la emisión del programa, donde sólo quedaban más zombies. Zombies que se entretienen viendo a otros zombies. Tonto quien no capte la metáfora.
Ahora, en pleno 2011, en la era de la comunicación instantánea, con las redes sociales que controlan toda nuestra vida, con un modo de hacer televisión rayano lo absurdo, llega . Charlie Brooker vuelve con una apuesta mucho más arriesgada que su serie zombie. Ahora explora hasta qué punto puede llegar el ser humano, dónde está el límite de las redes sociales, del reality show, de la vida ficticia y la vida real. Se trata, además, de historias independientes, cada una de una duración y cada una con unos protagonistas distintos. El primer episodio, “The National Anthem”, se trata de un thriller político con un punto de vista absurdo, macabro, incluso divertido, pero un desarrollo crudo y durísimo para el espectador. Se trata, con toda probabilidad, del mejor drama escrito en años. Desde luego, el mejor drama político (por cercano que esté El escritor (fantasma) de Polanski).
     El Primer Ministro británico puesto entre la espada y la pared por un desconocido que se escuda en el anonimato de Internet y las nuevas tecnologías, un gabinete de imagen preocupado por la opinión pública y una opinión pública que ya no se mide al cabo de los días mediante encuestas, sino a través de la respuesta popular en las redes sociales. El tipo que pone al Primer Ministro en punto crítico se sirve de Youtube para lanzar su comunicado de modo que así se filtre y se convierta en un viral en cuestión de minutos, Twitter y demás redes sociales claman la cabeza del político o lo absuelven en cuestión indistintamente. ¿Hasta qué punto es capaz de llegar una persona para salvar su reputación? ¿Cómo se mide la reputación?
     El segundo episodio fue, en mi opinión, un bajón conceptual, si bien la realización es brillante. Aquí, encontramos una sociedad distópica donde los humanos generan energía que equivale a dinero y, por tanto, al estatus social. Por ende vemos clasismo y entretenimiento de masas, la utilización de redes sociales como único vehículo de interacción entre personas. Los humanos se relacionan a través de avatares que circulan entre los cubículos donde viven, porque viven en cubículos grises, pequeñas cárceles con pantallas por paredes de las cuales no se puede escapar. Entiéndase: tecnología que controla al hombre, mundo de metal, todo es ficticio. La vida no se experimenta; se intuye a través de la ficción ideada para mantener a las masas dormidas. Entretenimiento de masas como opio del pueblo. Mundo irreal, vida irreal, emociones que viajan en código binario. En cualquier caso, creo que el desenlace, el plano final es un puñetazo que reivindica el valor de este episodio.
     El tercero, por su parte, es brillante. Los seres humanos cuentan con dispositivos donde almacenan todos sus recuerdos; estos dispositivos, conectados al cerebro, graban 24/7 lo que acontece en las vidas de las personas. Esto tiene dos consecuencias: el hombre no tiene memoria y el hombre no tiene mentira. El primero, dentro de lo malo, es salvable gracias al dispositivo y, en cierto modo, se trata del reflejo de lo que acontece ya con los internautas: déficit de atención, menor necesidad de memoria  dado que las fuentes de información son instantáneas; el segundo es horrible, sobre todo para las relaciones interpersonales. Empleados que no pueden engañar a sus jefes, crisis de pareja irresolubles si ninguno quiere ceder... Aquí es donde brilla el tercer episodio: la historia de una pareja que se oculta cosas, como todas las parejas. El problema surge cuando el uno trata de bucear en los recuerdos del otro para tratar de averiguar los sentimientos del compañero. Violación de la intimidad más pura, la que habita en la consciencia de cada uno. Hay varios momentos brillantes en este episodio, pero me gustaría dedicar dos: el momento del polvo en el que cada cual se dedica a rememorar el mejor polvo de sus vidas con los ojos opacos y la parte final, cuando él, ya solo en la casa, repasa su vida cotidiana con ella en la más absoluta soledad. Sólo le puedo reprochar el final, que he encontrado demasiado fácil; mi final habría consistido en él viviendo para siempre así, de recuerdos, en el silencio del sofá, en la desgracia del abandono. Será que soy un romántico... He leído en algún lugar que el invento de los recuerdos almacenados entronca en cierto modo con el muro de Facebook o el TL de Twitter, esto es, todos los datos que dejan constancia de una vida: conversaciones, películas vistas, vídeos, canciones dedicadas, eventos... la vida ordenada cronológicamente a través de recuerdos ficticios. Demoledor. Desolador.

viernes, 23 de diciembre de 2011

American Horror Story



Admiro a Ryan Murphy. Creo que tiene la inteligencia y la capacidad de generar conceptos transgresores y muy atractivos para el espectador. Recuerdo, de entrada, Popular, su mordaz visión de la subcultura del instituto estadounidense, precursora de su creación más famosa hasta la fecha, Glee. Un instituto donde los inadaptados crean un coro de perdedores que versionan clásicos de musicales o el último tema de Rihanna. Crema. Desde luego, la más interesante para mí ha sido y es su serie de cirujanos plásticos: Nip/Tuck, donde trataba sin complejos no sólo la superficialidad de la costa oeste de Estados Unidos, sino temas más controvertidos en relación con el sexo, la identidad sexual y el concepto de familia. Tiene Murphy, además, una capacidad inenarrable para cargarse sus premisas con sucesivas temporadas cada vez más absurdas que trata de enmendar en la última tanda de al serie. Antológica es la temporada final de Nip/Tuck, si me permiten.
     Por eso, cuando se anunció que preparaba una serie de terror, la noticia se recibió con cierto escepticismo no exento de curiosidad. ¿Ryan Murphy detrás de una serie de terror? No obstante, las noticias que llegaban con cuentagotas no hacían sino acrecentar la sensación de que podíamos encontrarnos ante algo grande. Un reparto de aúpa: Jessica Lange, Frances Conroy, Connie Briton, Zachary Quinto, el fichaje estelar de Mena Suvari... Hablaban de un especial Halloween, unas promos loquísimas y muy lacónicas, hasta que comenzó el viaje.
     Una familia en crisis se instala en una antigua casa colonial. Un matrimonio enfrentado por la infidelidad de él y una hija adolescente con todos los problemas que ello conlleva, vecinos misteriosos y entrometidos, sucesos sin explicación... fantasmas que empiezan a poblar la casa y desconocidos que se ven arrastrados a ella. Podría haberse quedado en lo fácil, la historia de familia que se muda a casa encantada, pero Murphy y compañía se empeñaron en hacerlo todo bigger than life y nos presentaron a personaje por episodio las historias de todos los fantasmas que habitan la casa. El gran acierto de todo, más allá del malrrollismo imperante y la excelente producción, reside en el constante juego de referencias y en la reelaboración de las normas del género. Los fantasmas adoptan forma corpórea a voluntad y pueden golpear, pueden dañar a los vivos; así pues, es prácticamente imposible distinguir a los vivos de los muertos. Todos los fantasmas de la casa, desde sus inicios, componen un aquelarre singular y, más allá de la relación que puedan entablar con los huéspedes, destacan los tensos lazos que los enfrentan o agrupan entre sí. Entre los fantasmas existe una guerra.
     Y ese reparto entregado de lleno al género. Hay veces en que los actores o actrices no se han tomado en serio su rol en una cinta de terror o ciencia-ficción por lo absurdo de la propuesta, pero en este caso todos aceptan a sus personajes hasta la última consecuencia. Quiero enfatizar el buen hacer de Jessica Lange en el que probablemente es uno de los papeles de su vida, ese descubrimiento que supone Taissa Farmiga, hermana de Vera Farmiga y la presencia de una deslumbrante (y aterradora) Kate Mara. Y junto a los personajes, su ritmo loco, porque cada episodio es la historia de un personaje o una familia desgraciada y cómo ha llegado a parar a esa casa, y su relación con la familia protagonista, la lluvia incesante de muertos y entierros; en definitiva, la espiral de locuras y sorpresas que depara esta historia.
     Pero el interés de la serie no reside tanto en la trama como en el concepto del que parte. La idea de Murphy supone una revolución en la forma de hacer series porque, más allá de la historia y los personajes, tras American Horror Story subyace un concepto: el terror norteamericano en todas sus vertientes. La intención es seguir explorando el terror  en todas sus formas en sucesivas temporadas que nada tengan que ver entre sí; es decir, cada temporada debería adoptar la forma de una miniserie independiente, todas aunadas como Historia del Terror Estadounidense. Para el primer asalto han decidido partir de un clásico como es la casa encantada, pero aún existe una galería de monstruos y leyendas urbanas por explotar en nuevas temporadas, nuevas reinterpretaciones del miedo con historias que poco tengan que ver entre sí. Para que quede claro, la intención es hacer una Skins, cambiar el reparto entero entre temporadas, como si cada una, además, fuera una serie distinta. Esto contradice en parte el fuerte marca de la casa como es una premisa potente, pero también salvará a American Horror Story de caer en la trampa en la que tarde o temprano acaban cayendo todas sus series: la de los giros de guión y virones absurdos a costa de la atención del espectador.
     En definitiva, American Horror Story es, en su primera temporada, perfecta tal y como está, con esa historia que se cierra y todo el juego que podían dar sus personajes sin quemarse. Esperemos que, en la segunda temporada, logren sorprendernos y mantener el listón tan alto como lo han dejado. Chapeau.

martes, 4 de octubre de 2011

NEW GIRL: Amamos tanto a Zooey

Me gustan las chicas cuanto más locas, mejor. Es de entender, pues, por qué entre mis películas favoritas estén Eternal sunshine of the spotless mind, Garden State o [500] days of Summer. Summer Finn, recuerden, fue interpretada por la actriz más pizpireta de Hollywood, Zooey Deschanel.


Ahora asalta la pantalla pequeña con un producto hecho a su medida. Zooey es perfecta u odiosa en función de quién la dirija, de lo cómoda que se encuentre en el papel. Así, en El incidente parecía un maniquí que daba vueltas por escenarios y escenarios, perdida delante de la cámara. Afortunadamente, la serie que acaba de estrenar la pequeña de las Deschanel (Emily protagoniza Bones) está hecha a su medida, desde la sintonía con el tema cantado por ella (después de todo, pone la voz cantante a She & Him) a un personaje excesivo que podría ser un handicap para cualquier otra actriz.
Por lo demás, se trata de una sitcom bastante clásica. El punto de partida de novia despechada que intenta retomar su vida no es el colmo de la imaginación, o una chica que de repente entra en un mundo masculino, y sin embargo son pequeñas sucesiones de aciertos que, a la larga, forman una serie que puede darnos muy buenos momentos. De este modo, tenemos a una chica muy sensible, al borde de un ataque de nervios, porque su novio la ha engañado con otra, que busca piso para mudarse, y da nada más y nada menos con un piso donde viven tres tíos. Ya está la magia servida: tres tipos relativamente duros, varoniles, muy con su rollo de compañeros de piso, tienen que hacerse a vivir con una chica que a la mínima se pone a llorar, es torpe, bastante bruta, muy nerd (parece que lo nerd está de moda: TBBT, Doctor Who) y que canta como si viviera en un musical, no importa la situación.
Podrían haber caído los guionistas en el error de dejar que Zooey fagocitara a los tres tipos, pero han logrado otorgar cierta entidad a los tres hombres, de modo que no parecen un cliché con patas y cada cual va demostrando su personalidad. El concepto bromance da mucho juego (Chaendler-Joey, Ted-Marshall), y la relación de la chica con ellos tiene más probabilidades de transformarse en bromance, aunque no sea un hombre, que en romance. No obstante, se intuyen ya líos amorosos, triángulos, celos y los problemas de la guerra de sexos, aunque no creo que vayan por ahí los tiros, más bien la serie parece destinada a tirar abajo tópicos o reinventarlos.
En definitiva, aún es pronto para juzgar la serie, pero una primera impresión por parte del público puede determinar la posible cancelación o renovación (más cuando hablamos de Fox), y New girl parece ir viento en popa con la audiencia heredada de Glee y una Zooey Deschanel en estado de gracia. Eso sí, habrá a quien le sature, a quien no le gusten las chicas locas, a quien que esta nerd se ponga a cantar cada dos por tres no le haga la más remota gracia. Pero creo que todos los personajes tienen bastante que decir aún, y visto lo visto, la chica de ojos azules convence, se come la cámara cuando se pone a berrear el tema principal de Dirty Dancing. Además, tiene un plus de ternura que contrarresta lo estrafalario del conjunto.
Yo la compro.

jueves, 4 de agosto de 2011

United States of Tara: la traición de Showtime



Tara es madre. Tara es adolescente. Tara es ama de casa. Tara es un motorista. Tara es un mundo habitado por distintas personas. Partamos de la base de que todas esas personas son Tara, que todas comparten cuerpo y cerebro, y tenemos el conflicto.
     Con una premisa tan jugosa llegó hace ya tres años una serie sobre una familia disfuncional a la cadena de las series sobre familias disfuncionales, Showtime. Por si fuera poco, detrás de la producción se encontraban nombres tan potentes como Diablo Cody (creadora y guionista principal, también responsable de la deslenguada 'Juno'), Steven Spielberg (en esta ocasión como productor) y quien es el espíritu de la serie, la inconmensurable Toni Collette (la sufrida madre de 'Pequeña Miss Sunshine').
     Una mujer con trastorno de personalidad múltiple, pero no sólo eso. Dicen los aquejados de este estado que no es tan traumático en su día a día, sino que se trata más bien de un motivo de risa o anécdotas; vamos, que se puede vivir con ello. En la serie, el trastorno de Tara está llevado a su extremo. Tara, madre de dos hijos adolescentes, esposa de un hombre-pedazo de pan, tiene que lidiar con las personalidades que a veces se manifiestan en su cuerpo: una adolescente guarrilla, un motorista algo machista y una perfecta ama de casa à la Bree Van de Kamp. Vivir un día con estos cambios de personalidad, y otro, y otro, y ver cómo afectan a las relaciones personales, a las decisiones personales, a la vida en conjunto, podrían hacer que cualquiera se diera por vencido. No obstante, Tara es una de las heroínas televisivas más fuertes que ha dado la pequeña pantalla, y es que accidente tras accidente es capaz de reponerse a las zancadillas que le ponen sus alter egos.
     Puede, por ejemplo, que un día el motorista se enamore de una vecina y tenga un affaire con la chica sin que ésta sepa nada de los motivos reales; o que a la adolescente le dé por experimentar con las drogas; o que, quién sabe, a la mujer desesperada le dé por secuestrar un bebé en el supermercado para hacerse cargo ella. Son ejemplos extraídos o no de la serie para situar al ajeno a este batiburrillo. De este modo, nuestra toma de contacto con Tara consiste en comprobar cómo tiene que deshacer los entuertos provocados por sus personalidades. A medida que la conocemos más, descubrimos que la férrea voluntad demostrada por la familia comienza a resquebrajarse, dado que un hijo adolescente necesita atención especial, y una madre ocupada de sí misma no puede concederle ese apoyo, de modo que esa atención extra recae en el pobre marido, que se casó no con una, sino con cuatro personas (una de ellas un fornido motorista, sí). Por si fuera poco, en momentos de tensión es cuando afloran las personalidades, y es algo que Tara no puede controlar. Sí hay gente que sabe de la debilidad de Tara y tratará de aprovecharse.
     Lo fácil sería en esta serie, por ejemplo, descubrir una nueva personalidad por temporada, y así existiría además evolución en la protagonista. Pero eso sería lo fácil. En United States of Tara la protagonista no es Tara, sino toda la familia. Todos evolucionan, todos se efrentan a pequeños desafíos, cambios, esperanzas que a menudo se ven truncados en favor de la salud de mamá. Surgen nuevas personalidades, desde luego, y algunas desaparecen durante un tiempo, y algunas son peligrosas de verdad. Llegado un punto de la serie, Tara recobra cierta estabilidad, y con ella toda la familia. Entonces sucede algo gordo y todo se va al garete. Tara nunca logrará controlar su trastorno ni domar a sus otros yo con pastillas o meditación. Es un rasgo característico de Tara. Más allá de los personajes estrambóticos, las tramas disparatadas, esa mezcla ideal entre drama y comedia, más allá de los vaivenes vitales de sus protagonistas, sabíamos que al minuto siguiente sucedería algo sorprendente, inesperado, y ahí estaría Toni Collette con su inacabable abanico de emociones que despegar en diez segundos. Cualquier otra actriz no habría osado vestir la piel de Tara. No obstante, llegado el final de la serie, la historia de Tara y los suyos queda pendiente de un hilo que nos quiere hacer creer que la paz ha llegado a casa.
     Sí, han leído bien: final de la serie. Hace unas semanas concluyó la tercera temporada, y con ella la serie. Showtime dejó caer la guillotina. La cobarde Showtime. Esa Showtime que siempre apuesta por lo seguro. Para una serie que tenías, Showtime, sólo una, en la que cada temporada ofrecía algo nuevo, te la cargaste. Oh, Showtime, aférrate a tu Weeds, a tu Dexter y a tu Nurse Jackie, series todas ellas que se limitan a repetir temporada tras temporada, capítulo tras capítulo, la misma estructura, la misma fórmula, la única emoción que son capaces de sentir sus protagonistas. Alégrate, Showtime, porque USoT no hizo mucho ruido, pero se fue por la puerta grande, sin quemarse, sin aburrirnos, sin convertirse en otro producto conformista en una cadena conformista.



lunes, 27 de junio de 2011

SKINS O FUMARSE LA VIDA












Quien haya estado en Gran Bretaña, lo sabrá.
Los británicos son exagerados.  A su modo, ser exagerados puede equipararse con ser geniales. Basta con salir una noche a la calle y ver cómo beben, con qué entusiasmo se pasan de rosca y se montan una fiesta en cero coma. Cómo críos y crías salen en ropa interior y se arrastran por las aceras con la intención de esquivar al gorila de turno. Con toda probabilidad, la sociedad mirará a otro lado. Pero Skins es el ojo del huracán.            Imaginen una serie de adolescentes que les pueda interesar a cualquier edad, que tenga el favor de público y crítica, que exude realismo por todas partes. ¿Parece difícil? Es sumamente complicado. Recuerden, no sé, Al salir de clase, con esos treintañeros haciéndose pasar por chavales de quince años; o Dawson crece, con esos oradores que ni el mismísimo Sorkin... Skins, en la línea de otros dramas de Channel 4 (Misfits, The Inbetweeners...) retoma el testigo de los adolescentes, del todo por el todo, de los experimentos vitales, del miedo a lo que hay más allá de los años locos, y conforma un discurso propio transgresor, consistente y desbordado en todos los sentidos.
            ¿Qué tiene Skins que no tienen los demás dramas juveniles? De entrada, un casting BRILLANTE. Ya sabemos que los actores ingleses no fallan casi nunca, que acaban interpretando a Shakespeare y llevándose estatuillas por doquier, pero no es posible. Todos los chavales (porque son adolescentes reales, no veinteañeros, ¡no treintañeros!) bordan sus papeles y forman pandillas de amigos que nos salvarían la vida. Como la mayoría de productos británicos, toma un tema trillado y lo revuelve, le da un nuevo significado, lo hace valioso e imprescindible. Más allá de que los personajes tengan múltiples reversos, de que nos parezcan reales, son extraordinarios por las cosas que les suceden. Las tramas de Skins son disparatadas, claro está, pero no está de más recordar que la base de una buena historia es un conflicto interesante. Y los conflictos en Skins son inmejorables, tal vez poco plausibles, pero posibles, coherentes con el universo que crea la ficción. Aquí la trama no es algo tan manido como la drogadicción o la homosexualidad, por poner dos ejemplos que tradicionalmente se han empleado como motor de la narración. Estos aspectos son sólo características definitorias de los protagonistas, no lo que los mueve. Por supuesto, hay drama clásico: amor, sexo, muerte, celos, autodestrucción...
            ¿Cómo se logra esto? Seamos claros: la edad media de los guionistas de Skins ronda los veinte años, es decir, lo más cercano a la adolescencia que se pueda estar y, por ende, a la problemática, la forma de pensar y el lenguaje: lenguaje inapropiado, vulgar, soez que emana de personajes heridos. También se nota esta juventud insultante en la elección de la música que ilustra el día a día de nuestros héroes: una banda sonora de aúpa, como nos tienen acostumbrados todos los creadores con cierto control sobre su obra y aspiraciones a que ésta trascienda. Claro que, por mucho que nos guste la serie, sus chavales alocados, el sexo gratuito, la droga y alcohol que lo impregnan todo, el exceso de fiestas... por mucho que nos atraiga esto, la fórmula se puede agotar. Y aquí entra el otro gran acierto de Skins.
            Cada dos temporadas, se produce un cambio total del reparto principal. Se mantiene Bristol como escenario, sí, pero llega una nueva camada de adolescentes extremos dispuestos a superar el listón (altísimo) dejado por sus predecesores. Así pues, el experimento, más allá de suponer una decepción, se convierte en aliciente para cualquier seguidor de la serie. ¿Cómo serán los nuevos? ¿Me harán olvidar a Cassie y Sid? ¿Y a la pérfida Effy? ¿A la inocente Panda? Sólo puedo decir que cada generación se crece al alejarse un poco de lo que era hasta entonces la serie en un alarde de lo que conocemos como "renovarse o morir". A la espera de que se estrene la sexta temporada y con rumores de película que una a las tres generaciones existentes, sólo me queda volver a recomendar esta serie sobre niñatos de Bristol, que son mejores que los pijos de NY, que son más reales porque están vivos, porque se meten de todo, y follan y se dan de hostias, y hablan con un acento británico delicioso e incomprensible en muchas ocasiones.
            Desde que vi Skins, he lamentado haber desperdiciado mi adolescencia, porque es la etapa precisa para vivir al límite y hacer todo eso que no nos atreveremos a hacer en nuestras vidas. Y decir "Te quiero" y "Maricón el último" y escaparse a la playa sin decirle nada a papá y mamá. No quiero desvelar más, pero si realmente la televisión es la nueva literatura, los protagonistas de Skins son el reverso vivo de Holden Caulfield y Peter Pan.

            pd. S01E02: No, nadie conseguirá que olvide a Cassie...

lunes, 20 de junio de 2011

Alicia Florrick knows...

Vivimos en un mundo agotado y desencantado.
       Vivimos en un mundo donde la clase política no representa a nadie, donde la economía es el motor que lo provoca todo, donde la justicia es algo tan relativo como irrelevante. Vivimos en un mundo donde la televisión ocupa un lugar importantísimo en el sentido de que cumple varias funciones: a) sirve de espejo en el que mirarnos y juzgarnos; b) alecciona, aunque esto no sea nada nuevo; c) entretiene (esto sí, más que nunca).
Por eso, cuando el año pasado se estrenó una serie de abogados nadie pensaba que supondría un revulsivo en la ficción contemporánea, ni mucho menos un salto cualitativo en las cadenas "abiertas" o networks. The good wife nació en el momento ideal para diseccionar la situación política y económica, cuando no social que ensucia en la actualidad a todo el planeta. Y, por si fuera poco, no era de David E. Kelley, el padrazo del drama jurídico (Ally McBeal, The Practice, Boston Legal o la reciente Harry's Law).
The good wife, si bien está protagonizada por una mujer, no es la manida serie feminista. De hecho, comienza con su personaje principal, Alicia Florrick, convertida en mujer florero de su marido, político de barras y estrellas implicado en un escándalo de infidelidad (prostitutas mediante) y corrupción. Sí, corrupción. Como la vida misma. Mientras tanto, en España, hacemos miniseries de otros corruptos como la Pantoja y su Cachuli. ¿Se puede sostener toda una serie con ese punto de partida de la buena esposa que se debate entre el amor y el engaño, entre la familia y el trabajo, entre el odio y la esperanza? Los responsables de la misma han demostrado que sí. Al fin y al cabo, la vida sigue aunque la gente vaya a la cárcel o tenga enemigos, y eso es lo que hace Alicia Florrick: retomar su vida.
Alicia es una mujer desesperada como las de Wisteria Lane, de esas que sonríen siempre a los vecinos y tapan la mierda, sólo que Mrs Florrick está sola en esta batalla. Un personaje tan denso requiere a una intérprete que dé la talla, y ahí entra Julianna Margulies. Muchos ya la conocíamos y amábamos por su etapa en Urgencias, donde compartía lecho con el doctor Ross (George Clooney), pero en The good wife se supera a sí misma y está soberbia. Podría ser perfectamente Hillary Clinton tras el escándalo Lewinski, foco de atención de todas las miradas. Alicia permanece estoica ante los comentarios que se producen a su alrededor. Por si fuera poco, ante la posibilidad de que su "buen marido" vaya a la cárcel, decide comenzar a trabajar como abogada en un bufete. Y aquí es donde entra otro gran acierto de la ficción: Alicia Florrick tiene que competir contra otro abogado en prácticas por la atención de los socios de la empresa. La competitividad laboral no es sino otro crudo reflejo de la situación socioeconómica que estamos atravesando.
Y comprobamos que a esta señora no se le da nada mal lo de los tribunales, a caso por capítulo (probablemente exigencia de la cadena para atraer audiencia todas las semanas más allá del arco de temporada), lo cual obliga a los guionistas a filar el ingenio y dar con casos especialmente representativos del momento actual. Hay fieras luchas por los derechos de páginas web, filtraciones de información personal en Twitter, diplomáticos envueltos en polémicas de toda índole... y esa mujer que sólo espera y desea que su familia salga adelante a pesar del desliz de su marido.
El espectador, siempre admirador de la entereza de esta mujer, también observa cómo cambia de manera muy sutil, cómo ella es la primera en darse cuenta de que el sistema tiene grandes fallos que ella, dentro de las leyes y las cortes, no puede arreglar. Y poco a poco se irá corrompiendo sin ser consciente de su cambio, y sólo le quedan sus hijos y un marido y un cerebro que dicta ideas contrarias a sus entrañas.
The good wife es ahora mismo mejor reflejo del mundo en que vivimos que cualquier otra serie. No es la más espectacular ni la más cara, ni siquiera la más adictiva, pero su escritura es impecable y los personajes tienen tantos matices, tantos recovecos humanos que no hace falta más. Alicia Florrick cambiará el mundo, porque ella ha comenzado desde abajo la revolución que todos esperábamos. Larga vida a la reina, a la mala esposa, a la mujer devorada por sus anhelos y la traición.

domingo, 17 de abril de 2011

¿HAY VIDA DESPUÉS DE FRIENDS?



Seis actores para seis personajes. Diez años de emisión. Treinta guionistas por episodio. Multitud de cameos de primer nivel. Las cifras hablan por sí solas: Friends era en su momento la mejor comedia de la televisión, y probablemente siempre ocupe un lugar en el Olimpo de las sitcoms. No obstante, pasan los años y sus protagonistas apenas hacen nada relevante; las nuevas generaciones no saben quiénes son David Schwimmer o Matt Leblanc. Hagamos algo: repasemos la desigual trayectoria de la pandilla de amigos tras tocar el cielo.
Deformación profesional
Es curioso cómo cuando las personas llevan mucho tiempo trabajando en un ámbito desarrollan cierta dependencia por su trabajo. Es el caso de los protagonistas de Friends, que siguieron más o menos una estrecha relación con la pantalla pequeña.
  • Jennifer Aniston: no la hemos vuelto a ver por televisión más que en algún late night para promocionar su trabajo en cine. Las malas lenguas dicen que fue una de las principales responsables del fin de la serie, dado que quería volar alto y probar suerte en el mundo del cine. La hemos visto en películas como..... aunque su carrera nunca ha terminado de despegar. Parece que a estas alturas lo más cerca que estará de Hollywood es ser la ex novia de Brad Pitt. Evidentemente, sus aspiraciones a nueva princesa de América no se cumplieron. Profesionalmente, la que más sale perdiendo con la disolución de la pandilla. Como redención televisiva, su aparición en 30 Rock como novia de Alec Baldwin nos recuerda por qué la amamos tanto en su momento, así como las visitas que ha hecho a las series de su amiga Courteney Cox (Dirt, Cougar Town).

  • David Schwimmer: Ross, el eterno (y judío) amor de Rachel, encontró su camino antes de abandonar el barco de los Amigos. Ya entonces, sobre todo en las últimas temporadas de la serie, dirigía muchos episodios. Esto es no poco habitual en series de largo recorrido donde sus actores implicados tienen inquietudes profesionales (es el caso de David Duchovny en Expediente X o David Boreanaz en Bones, por ejemplo). Aparte, ha seguido en el mundo televisivo implicado en la producción de dos miniseries bélicas junto a Spielberg, Band of Brothers y su "continuación", The Pacific, ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, ambas también de la cadena de cable HBO. Claro que su sitio en la dirección lo ha llevado a dirigir varias películas, la última Trust en 2010. Por no mencionar su aparición episódica en la serie metatelevisiva por excelencia, 30 Rock, donde hacía de superhéroe concienciado con el medio ambiente embutido en mallas verdes, o la dirección de la temporada americana de Little Britain. En la actuación, además de los cameos, se ha atrevido a ponerles voz a personajes de Madagascar. Larga vida a Schwimmer delante o detrás de las cámaras.
  • Courteney Cox [Arquette]: la obsesiva Monica, quien por cierto fue la única del reparto que no se llevó un Emmy, ha seguido probando suerte en la pequeña pantalla con productos hechos a su medida. Primero llegó Dirt, donde asumía el rol de una periodista sin escrúpulos para lucimiento de ella, y aunque al principio llamó la atención de muchos (cameo lésbico de Jennifer Aniston mediante), no tardó en hundirse. Para su mayor fortuna, puesto que el año pasado estrenó Cougar Town, una comedia a su medida en la que tiene por pareja a un yogurín, que ha logrado fidelizar a la audiencia y donde hemos tenido la suerte de volverla a ver compartir pantalla con Lisa Kudrow en un favor por favor excelente. Es obvio que Courteney y la televisión aún tienen mucha vida por delante, más allá de sus flirteos con el cine (la saga Scream, sin ir más lejos).
  • Matt Leblanc: el más limitado de todos, podemos afirmarlo sin sonrojarnos. Durante la emisión de Friends, Joey Tribianni era el más querido, quien tiraba del carro de la comedia siempre que había que introducir algunas risas fáciles (algo que ha heredado Barney Stinson), y el boom fue tan grande que, cuando se anunció el final de Friends, sus responsables no pensaban dejarlo ahí, de modo que le crearon un spin off (Angel, Frasier) con él como punto neurálgico. Llevarse a Joey a Los Angeles y buscarle una nueva vida no hizo más que demostrarnos las carencias del personaje y la alarmante sincronía de la serie madre. Era un humor más tonto, una serie bastante mala que nos hizo olvidar rápidamente al Joey amado de Friends. Así pues, la cancelaron a las dos temporadas. Han tenido que pasar varios años y alguna película olvidable hasta llegar a su redención este año. Matt apostó por un producto de Showtime (Dexter, Californication, Weeds...) con mucho que vender. Si Joey ya era el personaje metatelevisivo por excelencia, retoma aquí un camino ya explorado en parte por su compañera Lisa Kudrow y protagoniza en 2010 Episodes, serie donde se interpreta a sí mismo en la actualidad. Y va más allá: en Episodes se supone que a Leblanc le han ofrecido protagonizar el remake de una serie inglesa. No es comedia pura ni drama puro. Se trata de ese humor incómodo tan de moda hoy en día tipo Extras o The office, y otro producto que sumar al subgénero de la metarrealidad o realidad ficcionada que, esperemos, durará varias temporadas. Y eso que Matt es lo más flojo de la serie...
  • Lisa Kudrow: Phoebe Buffay, hermana de Ursula, personaje que existía antes que el de la hermana buena y apareció, si mal no recuerdo, por primera vez en Cheers. Todos amaban a Phoebe tanto como a Joey, aunque el personaje de ésta ha aguantado mejor el paso de los años. Su actriz es probablemente la más discreta, la más desconocida por el gran público. No obstante, es la que parece haber adoptado más retos profesionales y así demostrado que, del reparto de Friends, es de las más capacitadas, si no la mejor. Poco después de acabar Friends se embarcó en un proyecto apasionante para HBO de la mano de nada más y nada menos que el creador de Sexo en Nueva York, The Comeback. Agárrense, que vienen curvas: Kudrow es Valerie Cherish, actriz que en los noventa protagonizó una sitcom de relativo éxito y dejó las cámaras. Ahora quiere volver a la palestra con otra comedia, pero a cambio debe protagonizar un reality show con su vuelta al estrellato. Humor incómodo, falso documental, intrincada estructura, crítica brutal al mundo de la televisión. Duró una temporada, pero es una joya que todo el mundo debería ver. A los dos minutos de capítulo habrán olvidado a Phoebe Buffay, con lo difícil que es desencasillarse. Pero Lisa Kudrow no se amilanó, y tras un intento de dar el salto al cine con poca fortuna, se puso a producir sus propios proyectos (de algo debía servir el millón de dólares por episodio) como la serie online Web Therapy, donde interpreta a una psicóloga que hace sesiones por Skype en esta parodia de In treatment. Por Web Therapy han pasado desde absolutos desconocidos a Courteney Cox (ahí se entiende el favor por favor) o actores de la talla de Meryl Streep, Alan Cumming, Jane Lynch…: De momento sólo hemos visto tres temporadas, aunque lo más probable es que dé el salto a televisión y se emita en una cadena real. Decía que también produce y escribe sus productos, cierto, lo cual demuestra iniciativa, inquietudes e inteligencia, como cuando produjo hace dos años una serie de documentales en los que varias celebrities (Sarah Jessica Parker, Steve Buscemi, ella misma...) buscaban sus raíces (Who do you think you are?). Lisa Kudrow: gran actriz y rara avis.

  • Matthew Perry: Chaendler Bing es uno de los mejores personajes cómicos que ha dado la televisión. Su ambigüedad sexual, sus traumas infantiles, su trabajo secreto... De hecho, es un personaje que, con el paso de los años, ha sumado muchos puntos. Ahora produce desazón verlo en pantalla y pensar que, durante el rodaje de Friends, Matthew Perry estaba siendo víctima de diversas adicciones, y que los veinte kilos que ganaba y perdía entre temporadas no eran exigencias del guión. No cabe duda de que, junto a Kudrow, es el mejor intérprete de los seis. Por eso Aaron Sorkin (La red social, El ala oeste...) no dudó en ficharlo para un arco de episodios en la Casa Blanca. Más aún, en 2005-2006 le ofreció una serie maravillosa, inabarcable y metaficticia: Studio 60 on the Sunset Strip, donde Perry interpretaba al jefe de guionistas de un programa tipo SNL. Las curiosidades quisieron que compitiera de frente con la otra comedia metatelevisiva, 30 Rock, y aunque Studio 60 llevaba todas las de ganar (¡Sorkin la escribía!) al final de la temporada la cadena decidió cancelarla. Si bien Perry hacía aquí un grandísimo papel con discursos memorables y pasillos interminables marca Sorkin, ahí acababa su flirteo con el mundo de la tele dentro de la tele. Hasta ahora. Hace unas semanas Matthew Perry estrenó su nueva comedia, Mr Sunshine, con su otrora compañera de El ala oeste Allison Janney. No es una gran serie, aún tiene que encontrar su equilibrio, depurarse, pero Perry sigue estando divertido como responsable de un estadio donde lo mismo se celebra una convención política que un concierto de Rihanna. Además, demuestra que Perry está en buen estado, que ya es decir.

A estas alturas ya nadie esperará una película que reúna a Rachel, Ross, Monica, Joey. Phoebe, y Chaendler. Lo más que tendremos serán cameos de unos en los proyectos de otros y la esperanza de que la amistad delante de las cámaras trascendiera a la ficción y, pasados los años, los seis de Nueva York siguen siendo amigos que comparten café y charlas en el Central Perk. Eso, y que ninguno ha fracasado, sólo que tocaron techo muy jóvenes...

viernes, 25 de marzo de 2011

Skins: ¡malditos adolescentes!

Quien recuerde bien, sabrá que Alicia flirteaba con las drogas en Wonderland, que Holden Caulfield tenía algún encuentro que otro con putas y que los mismísimos chicos de Glee se han pillado un pedo que ni Alfredo. Pero eso es moco de pavo para lo que sucede en el mundo real o, para más inri, en la ficción británica. Hay grandes series sobre adolescentes que se fuman la vida, cierto, pero Skins se mea a todas. Hay una reflexión del pequeño Calvin, el niño de 6 años acompañado por su tigre de peluche, que dice así:

Here I am, waiting for the bus. Eleven more years of school to go. Then college, the maybe graduate school, and then I work until I die.
Calvin
(Calvin and Hobbes)

Sería lógico tomar cartas en el asunto y resolver la situación. Eso hacen los chicos de Skins. Beben, fuman, se drogan y follan como si no hubiera mañana. Y puede que no lo haya.
Yo no tuve una adolescencia interesante, acelerada ni aliñada por drogas, sexo ni rock ‘n roll. De hecho, creo que ha sido en torno a los veinte que he vivido esa etapa vital. No por nada he conocido entonces a los amigos que más me han influenciado, he viajado y decidido qué y cómo quiero ser… y lo cierto es que, según he aprendido este año, aún puedo considerarme psicológicamente un adolescente. Y no soy un caso aislado, mire usted. Resulta que estando las cosas como están en este país de Dios, con el estado de bienestar tan bien estado, con la comodidad que proporciona vivir chupándole la sangre a papá y mamá o a las becas del Estado, no tenemos las preocupaciones del adulto temprano, de modo que, sin necesidad tampoco de trabajar ni otras responsabilidades inmediatas, inconscientemente los quinceañeros adolescentes se convierten en veinteañeros adolescentes que pueden vivir así durante muchos más años de los necesarios sintiéndose en el momento más determinante en la formación de la personalidad de una persona.
Pero volvamos a Bristol: una ciudad mediana, cultural, agradable, al sur de Inglaterra. Este verano conocí a varios adolescentes bristolianos y se quejaban porque era una ciudad de mierda en la que no había nada que hacer. Como la muchacha de pueblo tiene aspiraciones de casarse con un hombre de ciudad, ellos soñaban con largarse a Londres. No es el caso de los chicos de la serie. Los hermanos Stonem y compañía, por ejemplo, están bien con su ciudad tranquila y pequeña, porque en ella tienen cuanto necesitan: alcohol, droga, fiesta y amistad. La base sobre la que se cimienta Skins es la amistad, la sensación de pandilla, la unión de los protagonistas. Y es curioso, ya que los guionistas deciden narrar esta amistad de un modo bastante paradójico: cada episodio se centra en un personaje distinto, de modo que estos ganan en matices y se pueden desarrollar muchas más tramas que si se hiciera de forma conjunta. Luego, para cerrar la temporada, los vuelven a unir hasta el año siguiente. Y no queda ahí la cosa. Arriesgan hasta el punto de que pueden enviar a uno de los protagonistas lejos del grupo (y pienso en Cassie) o traer a alguien de lejos (pienso en Thomas), cuando no matar a uno de los principales (y aquí entra el elemento más polémico). Y ya, para rematar, para cabrearnos, para quitarnos la miel de los labios, pasados dos años nos quitan a nuestros queridos niños del medio.Al acabar la segunda temporada, con las tramas de todos los personajes más o menos cerradas, decidieron cambiar a toda la generación utilizando, eso sí, como nexo de unión a la hermana del líder natural anterior, la femme fatale Effy. Aquí parecía que las cosas comenzaban a tambalearse, pues si bien la primera generación era un grupo compacto, muy amigos entre sí, una piña desde el principio, con los coetáneos de Effy las cosas eran distintas: unas gemelas que iban al margen de todo, Panda encerrada en su mundo, los chicos que no se mezclaban con ellas, la pérfida Naomi... poco a poco nos enamoramos de las diferencias entre las hermanas, de la inocencia perdida de Pandora y de la amistad incorruptible de los chicos. Por no hablar de Naomi... Ay, Naomi. Y bueno, resultó que el cambio no fue para mal en absoluto, y de hecho las temporadas de la segunda generación son más fuertes que las dos primeras, por mucho que la generación Skins siempre será la de Tony y Cassie. Afortunadamente, esa dispersión generacional encontró una cura con el paso del tiempo.
            Y volvieron los reproches. Acabó la cuarta temporada con un muy discutible final y volvimos a quedar huérfanos de pasión, de droga, de momentos WTF, del amor ilógico y la amistad, que es lo único que tiene un quinceañero. La quinta comenzaba con otro cambio total de plantilla, con una pandilla nueva que no tenía nada que ver con las anteriores. No había una amistad o lazo familiar de por medio, sólo la ciudad y el espíritu. En el fondo, muy en el fondo, muchos abrigábamos la esperanza de ver en algún capítulo aunque fuera el cameo de alguno de los anteriores chicos Skins para decir: es la misma serie. Pero no ha sido así, y la perspectiva de un montón de desconocidos que no se aguantan entre sí era demasiado dura para creer una vez más en Skins. Ahora bien, decía que quedaba el espíritu del sexo desenfadado, los excesos de sustancias estupefacientes y las situaciones absurdas. Analicemos, pues, a la tercera generación. Los nuevos chicos Skins:
  • Frankie: la mejor. La temporada abrió con ella. Es, además, la mejor actriz (alguien la recordará por La brújula dorada, ese intento de saga fantástica que quedó en eso). Es una chica ambigua y misteriosa, nueva en la ciudad, con problemas de identidad más gordos que los de cualquier otro adolescente. No sabe bien qué quiere, sólo que necesita integrarse. Odia a las chicas cliché, pero le repulsa el contacto con los chicos. Sólo el enigmático Matty logrará ver más allá de sus preciosos ojos, aunque puede que sea tarde. Además, Mini entrará en el juego. Es el mejor personaje por tratarse del más extremo, del que más empujan los guionistas al borde del precipicio (y creo que la imagen de la finale no puede ser más explicativa), porque aún tiene mucho que aportarnos.
  • Matty: el hijo malo, el hermano atormentado. Los personajes misteriosos y atormentados siempre funcionan (Spike, el Doctor), y aunque el misterio de Matty pueda interpretarse como grandes huecos en el guión, el triángulo con Liv y Frankie lo sitúa en una posición de lo más interesante. Además, es muy atractivo (para lo guapo-feos que son los chicos Skins). Seguro que su pasado sigue trayendo grandes descubrimientos en la sexta temporada.
  • Mini: un pastel. Es insoportable, pija, delicada, celosa, estúpidamente adolescente. De entrada no se deja querer por los demás, ni por la audiencia, pero el convertirla en mártir la vuelve del lado de los fans. Además, su interés por Frankie es desde luego muy interesante. Su virginidad vencida y el hecho de que tenga mucho carisma le otorgan el aprobado.
  • Alo: no lo aguanto. Me parece muy, muy prescindible, y eso que se trataba de los que más prometían (un perro, porno y una caravana). Incluso su episodio fue tan anodino como él, y mucho tienen que cambiar las cosas para que alce el vuelo. Lleva todas las papeletas para convertirse en el fiambre de esta generación. Si no, no me lo explico.
  • Liv: a mí me gusta. No sé por qué, porque en realidad no tiene gran cosa que aportar. Tal vez lo salvaje que es, el sexo que exuda cuando baila, lo zorra que es (no hay más que ver cómo juega con Frankie) o algo. Tampoco tiene mucho más que decirnos, aunque su episodio junto a Mattie fue de los que más me gustó, giro de guión mediante.
  • Grace: la niña mimada, hija única con aspiraciones de princesa que se enamora del melenas, con la mala influencia, con el heavy (cariño, ¿qué hemos hecho mal?). Bueno, creo que es el personaje que más ha servido de nexo para que los chicos de este año acabaran siendo generación. Algunos de los momentos más exagerados de la temporada recaen en ella (la boda, el padre-director, la obra de teatro). Su amor por Rich es de lo mejorcito.
  • Nick: el hombre-florero. Junto a Mini forman la pareja más popular, él deportista y ella un bellezón, que se va al garete con las inseguridades de la edad. No hace nada, es de lo más vacío de la temporada. Junto a Alo, que desaparezca ya. Además, tiene un hermano mucho más interesante, y lo único bueno que tiene Nick es la relación con éste.
  • Rich: me encanta porque no había salido en la serie hasta la fecha nada parecido. Nos ha hecho escuchar metal y heavy a lo loco a todos. Nos ha enseñado que los prejuicios los tenemos todos, y su historia de amor con Grace es uno de los pilares de la temporada. Además, es muy tierno: tiene cara de niño, y siempre que lo veo junto a su amor no puedo dejar de pensar que son críos jugando a esto de los mayores. Chapeau, por simple que pueda parecer el personaje lo han sabido enfocar bastante bien. Y su declaración shakespeariana…
Como queda patente, hay gustos para todos. De ocho personajes hay uno con un potencial enormísimo (Frankie), cinco buenos y dos prescindibles. Buena proporción. Si la comparamos con las temporadas anteriores, parecerá un fracaso, pero Skins hay que verla en relación con el resto de ficción global. Sigue siendo mejor que The inbetweeners o Misfits en el terreno que comparten todas, el de las emociones elementales que nos atacan durante la adolescencia. Además, aunque haya costado que la generación encajara, al final el rompecabezas ha formado una figura hermosa que nos deparará grandes alegrías de aquí a un año. Sus giros de guión y desvíos argumentales no deberían cogernos por sorpresa: Skins ha sido esto desde el principio. Además, este año han prescindido del drama innecesario y nos han dado una finale muy buen rollista que merece ser tenida en cuenta. El cambio del tono quizá nos acerque más al espíritu de la primera temporada, donde todo había de ser y era alegría, amistad, amistad, AMISTAD. Y creo que los nuevos chicos cumplen esta máxima con creces.

lunes, 14 de marzo de 2011

EL DISPAR RUMBO DE GLEE

Blame it to the alcohol

Bien.
Los ingleses son los malotes.
Los americanos, los recatados.
Por eso amamos Skins y Glee nos da como vergüenza ajena.
            Pero veamos, es normal. Tú sales una noche de fiesta por las calles de Bristol o Swansea y te las encuentras llenas de críos y crías (porque es lo que son) en ropa interior y borrachos como perras. Puede que en Estados Unidos también sea así, pero son muchos años. Años de moralina, de sitcom moralizante, de Dawson crece, del club del celibato, de anillos de castidad, de carnés falsos para entrar en las discotecas…
y olé
También hay que reconocer que hace un año, cuando el boom, todos amamos Glee. Su mala leche, ese resultado camp de mezclar el pop más actual como himnos de musicales, sus tramas rocambolescas y personajes inadaptados que cometían errores. Pero al llegar la segunda temporada, la serie sucumbió a la fama y quiso hacerse abanderada de causas pobres: creemos un aburridísimo arco de temporada sobre homosexualidad, homofobia y demás para engrandecer a Chris Colfer. A medida que sucedía esto, pese a la supuesta modernidad del tema (dejó de ser moderno en los noventa esto de la homosexualidad como tema trascendente en el desarrollo de una serie, lo siento), el resto de personajes se volvían más sosias, recatados, púdicos, decorosos, mormones… Cambiaban de pareja en cada episodio, pero no había sexo o intercambio de fluidos. Además, eran los chicos buenos del instituto: no bebían, no se drogaban, no follaban.
            Porque claro, esa cuota ya la cubría Skins. Recuerdo con deliciosa maldad Popular, la otra creación de Ryan Murphy ambientada en un instituto. Tampoco en ésta había más sexo, droga o rock n’ roll que en Glee, pero al menos había perras de la muerte que se hacían imposible la vida entre sí y hasta recuerdo un episodio en el que una pareja salía desnuda a interpretar una obra delante de todo el instituto. Como ven, delicioso…
Uno de los pocos aciertos de la temporada
            ¿Qué nos enamoró de Glee que ahora nos provoca vergüenza? Los números musicales, cada vez más al servicio de la industria (y mira que a mí cualquier protagonismo creciente de Brittany o Santana los abrazaré encantado), los personajes dispersos, la moralina tipo Cosas de familia, una Sue Silvester tan perdida que no podía salvar el show… Cosas todas que le han hecho mella. Al parecer, en EEUU sigue siendo todo un fenómeno, y no dudo que lo siga siendo, pero ése es el problema: en lugar de aprovechar su poder para crecer y explorar temas que antes ni se habría planteado, se ha transformado en un programa más blanquito y familiar que nunca. Esto le ha supuesto no pocas críticas de gente que antes elogiaba cualquier paso del show de Murphy: no hay mala leche, no hay evolución de unos personajes que ya han llegado a un callejón sin salida, Kurt, con lo divertido que era en su momento, ha sido apartado del centro de la serie como para evitar incomodidades, números musicales que aburren y perdedores que ya no se perciben como tales.
            Afortunadamente, parece que el responsable de la serie ha parecido tomar cartas en el asunto y en el tramo final de la temporada quiere resarcirse con un cúmulo de aciertos:
  • Tratar el alcohol y el sexo como centro de sus episodios.
  • Traer de vuelta a Gwyneth Paltrow, verdadero descubrimiento de la temporada.
  • Poner las cartas en la mesa con respecto a la relación Santana-Brittany y darle cancha a ésta última.
  • Fichar a John Stamos, por desaprovechado que esté.
De todos modos, no hay que olvidar que Glee se trata de una fantasía tan respetable como Merlin o Smallville, pero una fantasía. Porque la música no salva el mundo, los problemas de los adolescentes nunca son bigger than life (a no ser que hayan nacido en Bristol).  A ver si de ahora en adelante los chicos del coro se convierten en el peor modelo a seguir por vuestros hijos...

miércoles, 9 de marzo de 2011

3. Meme time

Carrusel de series ha decidido celebrar su tercer aniversario en la blogosfera proponiendo un meme televisivo. El primero que hago en este blog. Allá vamos:




Centrándonos por ahora en series americanas, ¿cuáles son tus 3 series favoritas "en emisión" y "finalizadas"?:
Difícil, pero no imposible. Acabadas: Six Feet Under, Buffy the Vampire Slayer y The X Files, por decir tres distintas entre sí e imprescindibles.
En emisión, y también con la intención de decir tres distintas, Treme (casi todo el mundo la olvida y es de mis favoritas ever), 30 Rock para las risas y Doctor Who para todo(s).


¿Qué 3 series inglesas recomendarías a todo el personal?
Doctor Who, Coupling (esa descacharrante sitcom inglesa de Steven Moffat) y Skins (al menos las dos primeras generaciones, que ésta está tardando en arrancar).


¿Qué 3 cancelaciones de series nunca olvidarás? Si te apetece, puedes diferenciar de este modo: antes y después de empezar con ellas.
Tomo el testigo y diré Pushing daisies, Carnivàle, porque una serie tan ambiciosa tenía que haber llegado al final a pesar de todo y, qué diantres, The Comeback, que sólo nos pudo ofrecer una deliciosa temporada..


¿Eres capaz de dar de 1 a 3 curiosidades seriéfilas que pienses que sólo tú conoces?
Curiosidades no sé, pero estoy convencido de que soy una de las pocas personas en este país que ha visto una maravilla desconocida como es The Comeback, el retorno de Lisa Kudrow a la televisión tras Friends, nada más y nada menos que en HBO. Hace una cover del "I will survive" hacia el final de su temporada que es muy, pero que muy divertida.


Nombra 3 canciones que descubriste en una serie y que ahora forman parte de tu lista de favoritas.
Hay cienes y cienes, pero por decir sólo tres, diré:
Breathe me -Sia, de la series finale de Six Feet Under. Toda persona que haya visto ese episodio se habrá hecho con la canción y habrá llorado a gusto con su música.
Goodbye to you -Michelle Branch. En la sexta temporada de Buffy, mientras Giles se va a Inglaterra y Tara abandona a Willow, la cantante actúa en el Bronze y todos lloramos como idiotas. De Buffy me quedo con toda su BSO
When I was seventeen -Frank Sinatra. Comienza la segunda temporada de Los Soprano. No diré más.


¿Los 3 momentos friki-seriéfilos por antonomasia de tu vida?
Supongo que, como muchos, también me he quedado hasta horas intespestivas esperando a que saliera el último de Lost para verlo antes de acostarme. Ver un episodio de Battlestar Galactica durante mi vuelo Málaga-Cardiff, a no sé cuántos metros del suelo, para estar más cerca de Starbuck  :P
Cursar una asignatura en la universidad sobre guión televisivo y los midas de este campo: escribir sendos trabajos sobre Queer as folk y Buffy the Vampire Slayer.


¿Qué 3 "openings" nunca saltas (o saltabas) al poner un capítulo?
Six Feet Under, Carnivàle y... ehm... True Blood. Son obras de arte.


¿Cuáles son las 3 últimas series que has visto en versión doblada?
Los Simpson en la tele. Las demás, ninguna.


¿Qué series tienes originales en DVD o Blu-Ray?
Completas tengo Six Feet Under y Buffy. Varias temporadas, las primeras, de Expediente X. Sí, soy consecuente con mis gustos.


Concierto en el Bronze. Envidiaca.

jueves, 3 de marzo de 2011

The Comeback


El creador de Sexo en NY no sólo se ha dedicado a este proyecto. Por otra parte, todos conocemos más o menos la triste dispersión de la mejor comedia televisiva de todos los tiempos, Friends. Bien, pues la mejor de todos los intérpretes de la citada serie, Lisa Kudrow, se embargó en un proyecto junto a Michael Patrick King, avalados por el sello HBO. Se trata de otra forma dentro de ese género tan en alza últimamente, el mockumentary o falso documental, pero va más allá. Lisa Kudrow, protagonista absoluta de The Comeback, interpreta a Valerie Cherish, una actriz (atentos porque todo es muy metatelevisivo y puede perder…). Valerie Cherish protagonizó hace 5, 6 años una sitcom llamada I’m it que tuvo cierto éxito, de modo que se hizo conocida y se abrió paso entre las celebrities americanas. Después de abandonar la serie, abandonó la interpretación en pro de su vida privada. Se casó con un empresario y pasó a convertirse en una mujer desesperada o, en otras palabras, en una ama de casa de clase media-alta que, no obstante, echa de menos la fama y estar en el centro del huracán mediático. En esto que llega una cadena y le ofrece una suculenta oferta: protagonizar una nueva comedia a cambio de que permitan grabar su entorno para hacer mientras tanto un reality show paralelo. Es decir, un equipo de cámaras se traslada a su casa, que se ha transformado en una especie de GH donde todas las habitaciones están siendo permanentemente vigiladas. La serie comienza con Valerie el primer día de grabación del reality, donde nos presenta a su entorno, familia y amigos… y cómo añora su éxito. Poco a poco nos lleva a los estudios de grabación de la cadena, donde empieza a darse cuenta de que la nueva serie no es lo que ella esperaba. Toda la temporada es un arco que debe verse de principio a fin para comprender el quid de la serie y su objetivo. Lisa Kudrow compone un personaje tan patético y a la vez realista como el de Steve Carell en The office, superficial y que, como él, se sigue creyendo importante en un entorno en el que no encaja. Asimismo, la actriz demuestra un amplísimo registro interpretativo y nos hace olvidar a Phoebe Buffay en los primeros cinco minutos, misión que a algunos actores les ha resultado imposible a lo largo de toda una carrera.
Desgraciadamente, las audiencias no ayudaron y la cadena HBO decidió cancelar la serie antes de finalizar la primera temporada. El año pasado era prácticamente imposible obtener los dos o tres últimos capítulos, pero ya está el arco de temporada, 13 capítulos, disponibles, aunque lo difícil es hacerse con los subtítulos. ¡Casi todos eran en húngaro! :S No obstante, se entiende perfectamente en inglés y es una serie imprescindible para cualquier teléfilo. Si te chiflan Studio 60, 30 Rock y demás programas que transcurren entre sets televisivos, este gran desconocido está hecho para ti.
Una muestra de cómo es Valerie Cherish, ante todo una superviviente :)

lunes, 21 de febrero de 2011

Six Feet Under


La historia es un correr de nombres, apellidos, paisajes, cuerpos, historias, papeles, caminos, afanes, saludos, despedidas, recuerdos y ambiciones con nuevos nombres de lugares y nuevos apellidos 

Luis García Montero, Mañana no será lo que Dios quiera 

Yo voy a morir. Tú vas a morir. Es más, ahora mismo, mientras lees esto, nos vamos muriendo (si yo no lo he hecho aún). Y es que, lo que nos iguala a todos, al fin y al cabo, es la mortalidad. Nacemos para morir años, meses, días u horas más tarde si no nacemos muertos. Nacer muerto es una estupidez; es como ir a Pisa y no ver la torre, como ser cazavampiros y morir de una estacada, como ir al cine y perderte los tráilers (en demasiadas ocasiones, mejores que la película en cuestión). Pero a lo que íbamos. Muerte. En la sociedad occidental en la que vivimos la muerte es un tema tabú. Visitamos los cementerios en ocasiones contadas, usamos el tema para asustar, compadecemos a los muertos y allegados de estos… y olvidamos, en esta visión egocéntrica de no-veo-más-allá-de-mi-puto-ombligo, olvidamos, digo, que día a día hay gente que tiene que lidiar con la muerte como parte, y a veces esencia, de su vida: médicos, enterradores, párrocos, directores de funeraria… Pero qué mal vistos están casi todos: los párrocos se lo han buscado; los enterradores y empresarios de pompas fúnebres, no. Es fácil imaginar a un señor alto, estirado, delgado y de piel cetrina con un metro en la mano y la sonrisa helada de un buitre buscando a su próxima víctima. Pero no, señores, ellos no eligen. La Señora Muerte es caprichosa.
        Érase una vez un despacho de mesa alargada llena de ejecu-tivos bajo el lema HBO. Una mujer sugirió, casi como con vergüenza, que podían hacer una comedia sobre una familia propietaria de una funeraria. Los otros ejecutivos la miraron con recelo y le rieron la gracia, pero siguieron a lo suyo, cada cual imaginando a una familia alrededor de una mesa, los niños jugando con el puré ajenos a que debajo papá embalsamaba a la señora Holloway. La Ejecutiva Avispada fue al cine algo mosqueada y vio una película que cambió su perspectiva del mundo. La película arrasó su año en los Oscar y decidió que debía hablar con su guionista, un tal Alan Ball. A Mr Ball le gustó la idea mucho e ideó al instante su propia imagen de la serie, algo distinta de la de los Ejecutivos Aburridos. Escribió el guión para el piloto y se lo enseñó a la cadena; “Queremos más subversión”, dijeron ellos, y él lo flipó y se puso a desfasar, buscó a los mejores guionistas con los que había trabajado y escribieron la primera temporada de una serie sobre la muerte. Rodaron los 13 episodios antes de estrenarla. Arriesgaron.
      Papá Fisher tiene una funeraria, fuma mucho y a los cinco minutos de episodio muere. Ruth Fisher se queda viuda con tres hijos muy distintos. Nate, el mayor, independiente, que no quiere saber nada de muertes; David, que trabaja en la funeraria, es gay y lo mantiene oculto; y Claire, una adolescente pelirroja que juega con drogas duras y relaciones tormentosas. A esta familia le sumamos dos más, los Chenowith y los Díaz, y tenemos en nuestras manos una bomba de relojería sumamente estudiada, de tan perfecta, peligrosa. Todos, e insisto, TODOS los personajes de esta serie son de un modo u otro infelices. Como tú. Como yo. Son personas más o menos afables, inestables, sinceras, entrañables, alocadas, dramáticas y humorísticas. La película de la que os hablaba, American beauty, profesaba un humor negro inherente a Alan Ball que, extrapolado a la ¿pequeña? pantalla, despliega todos los matices y armas disponibles en la sensibilidad humana. Muerte y risa, que al fin y al cabo son lo mismo.
         A dos metros bajo tierra compartía parrilla con Los Soprano, Sexo en Nueva York, Oz, The Wire… todas series de pata negra sello HBO. Cuando nació en 2001 probablemente inauguró la Edad de Oro de la televisión, y cuando murió en 2005 ya anunciaba el final de esta era: cinco temporadas imprescindibles, de aúpa. A dos metros bajo tierra se planteó como cine independiente, y he de admitir que posee algunas de las secuencias más poderosas que he visto en cine y televisión, si no las más poderosas. La muerte es un tema universal, como el amor, que nunca hasta entonces se había tratado con tanta proximidad y verosimilitud. Es difícil no enamorarse de Ruth, Nate, David y Claire o de todos a la vez, u odiarlos. Porque sus actores se convierten en ellos, dejan de ser Michael C. Hall o Lauren Ambrose: son los Fisher. De Francess Conroy afirmó el mismísimo Arthur Miller que era la mejor actriz viva de su tiempo. Peter Krause pasa de ser el personaje más carismático al más incomprensible y odiado, todo esto sin dejar de ser natural como él mismo. Michael C. Hall (ahora como el descafeinado Dexter) hace una de las interpretaciones, construcción de personaje más soberbia que se han hecho jamás, actor como era exclusivamente de teatro. Y nos (re)descubrió a la australiana Rachel Griffiths, a la que vimos compartir pantalla con Toni Collette en La boda de Muriel. Lauren Ambrose ha madurado y despuntado con su peculiar belleza hasta alzarse como hilo conductor y metafórico de la serie, pero también de la vida tal y como la conocemos.
         Cinco temporadas. Sesenta y tres episodios. El mejor final hasta la fecha de la historia de la televisión. En un show sobre la muerte no podían escatimar en fallecidos. Cada episodio comienza con una muerte salvo uno de ellos, sorpresa incluida. ¿Cómo se puede morir? Un resbalón en la ducha, un infarto, muerte súbita, te ataca un puma, te atropellan, haces una a lo David Carradine… El drama de la muerte se convierte en un paso más, en lo mundano, en el día a día.
         No es de extrañar, pues, la aparición de actores de renombre como Richard Jenkins, Kathy Bates (maravillosa también como directora), James Cromwell, Patricia Clarkson o Mena Suvari (la Lolita de la ya citada American beauty. Y si seguimos con nombres, tenemos un departamento artístico de primera categoría, y es que el arte es uno de los temas principales de la serie (además del arte de embalsamar). El tema principal, compuesto por…todos en pie, Thomas Newman. Capítulos dirigidos por Alan Ball, Michael Cuesta (creador de Dexter) y Rodrigo García, entre otros.



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