Admiro a Ryan Murphy. Creo que tiene la inteligencia y la capacidad de generar conceptos transgresores y muy atractivos para el espectador. Recuerdo, de entrada, Popular, su mordaz visión de la subcultura del instituto estadounidense, precursora de su creación más famosa hasta la fecha, Glee. Un instituto donde los inadaptados crean un coro de perdedores que versionan clásicos de musicales o el último tema de Rihanna. Crema. Desde luego, la más interesante para mí ha sido y es su serie de cirujanos plásticos: Nip/Tuck, donde trataba sin complejos no sólo la superficialidad de la costa oeste de Estados Unidos, sino temas más controvertidos en relación con el sexo, la identidad sexual y el concepto de familia. Tiene Murphy, además, una capacidad inenarrable para cargarse sus premisas con sucesivas temporadas cada vez más absurdas que trata de enmendar en la última tanda de al serie. Antológica es la temporada final de Nip/Tuck, si me permiten.
Por eso, cuando se anunció que preparaba una serie de terror, la noticia se recibió con cierto escepticismo no exento de curiosidad. ¿Ryan Murphy detrás de una serie de terror? No obstante, las noticias que llegaban con cuentagotas no hacían sino acrecentar la sensación de que podíamos encontrarnos ante algo grande. Un reparto de aúpa: Jessica Lange, Frances Conroy, Connie Briton, Zachary Quinto, el fichaje estelar de Mena Suvari... Hablaban de un especial Halloween, unas promos loquísimas y muy lacónicas, hasta que comenzó el viaje.
Una familia en crisis se instala en una antigua casa colonial. Un matrimonio enfrentado por la infidelidad de él y una hija adolescente con todos los problemas que ello conlleva, vecinos misteriosos y entrometidos, sucesos sin explicación... fantasmas que empiezan a poblar la casa y desconocidos que se ven arrastrados a ella. Podría haberse quedado en lo fácil, la historia de familia que se muda a casa encantada, pero Murphy y compañía se empeñaron en hacerlo todo bigger than life y nos presentaron a personaje por episodio las historias de todos los fantasmas que habitan la casa. El gran acierto de todo, más allá del malrrollismo imperante y la excelente producción, reside en el constante juego de referencias y en la reelaboración de las normas del género. Los fantasmas adoptan forma corpórea a voluntad y pueden golpear, pueden dañar a los vivos; así pues, es prácticamente imposible distinguir a los vivos de los muertos. Todos los fantasmas de la casa, desde sus inicios, componen un aquelarre singular y, más allá de la relación que puedan entablar con los huéspedes, destacan los tensos lazos que los enfrentan o agrupan entre sí. Entre los fantasmas existe una guerra.
Y ese reparto entregado de lleno al género. Hay veces en que los actores o actrices no se han tomado en serio su rol en una cinta de terror o ciencia-ficción por lo absurdo de la propuesta, pero en este caso todos aceptan a sus personajes hasta la última consecuencia. Quiero enfatizar el buen hacer de Jessica Lange en el que probablemente es uno de los papeles de su vida, ese descubrimiento que supone Taissa Farmiga, hermana de Vera Farmiga y la presencia de una deslumbrante (y aterradora) Kate Mara. Y junto a los personajes, su ritmo loco, porque cada episodio es la historia de un personaje o una familia desgraciada y cómo ha llegado a parar a esa casa, y su relación con la familia protagonista, la lluvia incesante de muertos y entierros; en definitiva, la espiral de locuras y sorpresas que depara esta historia.
Pero el interés de la serie no reside tanto en la trama como en el concepto del que parte. La idea de Murphy supone una revolución en la forma de hacer series porque, más allá de la historia y los personajes, tras American Horror Story subyace un concepto: el terror norteamericano en todas sus vertientes. La intención es seguir explorando el terror en todas sus formas en sucesivas temporadas que nada tengan que ver entre sí; es decir, cada temporada debería adoptar la forma de una miniserie independiente, todas aunadas como Historia del Terror Estadounidense. Para el primer asalto han decidido partir de un clásico como es la casa encantada, pero aún existe una galería de monstruos y leyendas urbanas por explotar en nuevas temporadas, nuevas reinterpretaciones del miedo con historias que poco tengan que ver entre sí. Para que quede claro, la intención es hacer una Skins, cambiar el reparto entero entre temporadas, como si cada una, además, fuera una serie distinta. Esto contradice en parte el fuerte marca de la casa como es una premisa potente, pero también salvará a American Horror Story de caer en la trampa en la que tarde o temprano acaban cayendo todas sus series: la de los giros de guión y virones absurdos a costa de la atención del espectador.
En definitiva, American Horror Story es, en su primera temporada, perfecta tal y como está, con esa historia que se cierra y todo el juego que podían dar sus personajes sin quemarse. Esperemos que, en la segunda temporada, logren sorprendernos y mantener el listón tan alto como lo han dejado. Chapeau.
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