Quiso la casualidad que coincidiera un par de veces con Javier Holgado, creador y guionista de Motivos personales o de Los misterios de Laura junto a Carlos Vila. La primera la vi en su día y la sigo venerando, no por nada es uno de los productos de culto que ha dado nuestra televisión. Las dos temporadas loquísimas sobre Natalia Nadal, los laborios Acosta y Concha Velasco por ahí, con malos muy malos, sorpresas muy sorprendentes y muertes, joder, cuántas muertes... fidelizaron a la audiencia y nos dejaron con ganas de más.
Años más tarde nos llegó Los misterios de Laura, que mantiene con la anterior serie un elemento principal: la capacidad de sorprender. No obstante, la serie no me llamó demasiado la atención. De entrada, no tenía muy buen recuerdo de María Pujalte ni, cómo no, de Eva Santolaria, ambas por el mismo problema: me parecían dos de los eslabones más débiles de Siete vidas, ficción donde no llegaron a coincidir. Lo poco que conocía sobre la serie era que se trataba de un producto familiar, amable, con episodios autoconclusivos, esto es, un procedimental de toda la vida. Así pues, jamás me detuve a verla como merecía. Hasta una noche de aburrimiento inexcusable.
Comencé por el gran final de la segunda temporada, un capítulo doble que homenajeaba el clásico Diez negritos de Agatha Christie. Ya sabía que algunos de los mejores actores de nuestro panorama habían desfilado por los casos de Laura Lebrel (Víctor Clavijo, Fernando Guillén, Pere Ponce, Luisa Martín, por sólo citar algunos), lo cual suponía un indudable aliciente, así como el carácter procedimental de la serie. Tal y como vemos en otras series del estilo (Monk, Elementary, Veronica Mars), si bien cada episodio se centra en un caso, a lo largo de las temporadas se van hilando las tramas que afectan a los protagonistas, en este caso a Laura, su ex marido e hijos gemelos, además de los miembros de la comisaría y demás familiares. Si bien citaba al comienzo Motivos personales, existe una diferencia radical en la concepción de Los misterios de Laura: la cadena. En el primer caso se trataba de una privada, Telecinco; en éste, de TVE, con lo que ello implica, es decir, una serie de corte más familiar, enfocada para atraer a un sector más amplio de la población, y por ende mucho menos macabra o retorcida. De ahí el contrapunto cómico de algunos personajes y numerosas situaciones, desde los mil líos en que se meten los gemelos a otros personajes del ámbito doméstico o, ya en el profesional, las buenas intenciones y pocas luces de Cuevas, entrañable César Camino.
Y es que cuando hablamos de esta serie tenemos que distinguir entre los dos citados ámbitos, ya que el quid de la cuestión, o lo que diferencia a Los misterios de Laura de otras series de casos por resolver es principalmente la contraposición entre ambos campos. Ya hemos comprobado cómo trabajo y familia dan pie a una situación de interés dramático innegable (ahí están Los Soprano o The Americans, por ejemplo), pero en comedia aún no se había aprovechado con tanto acierto, por amables que hayan sido otros protagonistas detectives en busca de respuestas. Laura Lebrel es, ante todo, madre. Tiene dos hijos, un ex marido, una familia bastante disfuncional y un excelente olfato para dar con el asesino o el culpable de cualquier crimen. En segundo lugar, Laura Lebrel es policía. Conciliar ambas facetas de su vida podría resultar a todas luces harto imposible, pero Laura puede. Guarda junto a las esposas los juguetes de sus hijos en el bolso, y a veces tiene que delegar responsabilidades en la comisaría para poder llegar a tiempo a hacer la comida. En definitiva, un desastre. Para ayudarla en esta labor, al inicio de la serie Laura contaba con una vecina, Maite, que le echaba una mano con los niños de vez en cuando, y con otra vecina, Victoria, que además de ser la cotilla de toda comunidad, regentaba el bar que debe haber en toda serie española que se precie. Cabe destacar especialmente a la segunda, una Elena Irureta con una vis cómica increíble. Sin embargo, un primer infortunio estaba a punto de decidir qué camino habría de seguir la serie, todo ello ajeno a la voluntad de los guionistas.
Primero se rodó una temporada breve, supongo que de muestra, de seis capítulos, excelente factura y dirección cinematográfica a cargo de Pau Freixas (que más tarde rescató a Eva Santolaria para su bonita película Héroes), si bien los episodios estuvieron guardados durante meses y meses en un cajón de RTVE a la espera de que alguien diera el pistoletazo de salida. Ésta fue la primera vez que la serie se las vio contra la voluntad de los Directivos (el villano aquí), que probablemente tenían cubierta la parrilla entre Cuéntame, Águila roja, La República, Gran Reserva... y no encontraban lugar para un producto tan discordante. Total, para cuando se emitió la serie, muchos de sus actores ya estaban comprometidos con otros proyectos cinematográficos o televisivos, y aquí se sufrió la primera pérdida, los dos personajes femeninos del ámbito doméstico, Maite y Victoria. Así pues, la segunda temporada necesitaba un buen fichaje que llenara el hueco de ambas actrices, y decidieron contar ni más ni menos que con la veterana Beatriz Carvajal en un movimiento inteligente con la introducción de la madre de Laura, un nuevo elemento de conflicto en la ya de por sí agobiante vida de la protagonista. No por nada comenzó la serie a ganar relevancia y adoptó la forma de sleeper, esto es, un éxito inesperado, creo que en gran medida gracias al buen hacer de Carvajal, pues Maribel ha ido ganando peso desde entonces y es sin lugar a dudas el gran alivio cómico de la serie. Así pues, la primera crisis se sorteó con inteligencia y la serie salió fortalecida.
Entre tanto, en la comisaría los personajes mantenían la misma dinámica, con algún triángulo amoroso que siempre implicaba a Laura y Jacobo, su ex marido, así como el propio juego de autoridad al que da pie una comisaría, con ascensos, investigaciones internas, chivatos, traidores... Los misterios de Laura, cuando hacemos un análisis a conciencia de los personajes, parece estar escrita con un patrón o guía de escritura de guiones, pues se trata de arquetipos: en la comisaría tenemos al jefe justo, al canalla ligón, la tipa dura, el tontín bonachón y la policía avispada. Se desprende de esta escritura de personajes una actuación casi más teatral que televisiva, como si declamaran las líneas en lugar de buscar la naturalidad imperante en el medio contemporáneo; con todo, funciona por el tono cómico de la serie incluso que los personajes sean más piezas de un tablero que entes independientes (todo esto, siempre, con la excepción de Laura). Si bien, dada la ficción televisiva contemporánea, lo que está de moda precisamente es revertir los arquetipos o centrar el conflicto en torno a un antihéroe (de Tony Soprano a Heisenberg, pasando por Nancy Botwin), un buen uso de los arquetipos puede hacer que un guión funcione como un reloj, y eso es precisamente lo que hace mejor Los misterios de Laura: sus guiones son redondos. Desde que se presenta el misterio al comienzo del capítulo, habitualmente un asesinato, y esto podría hacernos recordar esos comienzos de Six Feet Under, todos ellos con una muerte que convierte al espectador en cómplice desde el arranque, a la resolución al final del mismo, somos testigos de un desfile de sospechosos, todos con un móvil para el crimen y una coartada imposible de contradecir. En su intención de llevar lo doméstico a lo detectivesco a sus últimas consecuencias, Laura suele tener la revelación sobre la solución al misterio mientras habla con sus hijos, cocina o plancha.
Crossover con Gran Reserva en la temporada 3 |
Tras una segunda temporada meteórica, que convirtió a Los misterios de Laura en la serie revelación, alguien decidió que la tercera temporada, con la presencia de Alicia Borrachero, Rubén Ochandiano o Lidia Bosch, entre otros, debía quedarse en un cajón de nuevo. En lugar de aprovechar el éxito del producto y dejarse llevar por el efecto arrastre para seguir dándole cancha a una serie que se atisbaba imparable, congelaron la emisión durante DOS AÑOS. Es decir, el espectador que hace dos años seguía con fruición cada caso de Laura Lebrel y los devenires de su familia y colegas, debía estar enterado de que volvía, hacer como si no hubieran pasado entre medias dos temporadas televisivas y, además, obviar a la competencia, con nuevas ficciones de gran tirón frente a frente con Los misterios de Laura. De este modo, el resultado ha resultado catastrófico en audiencias, pues la serie ha anotado de nuevo mínimos, si bien todo el ente público parece hundido desde el cambio del equipo que siguió al cambio de Gobierno. Es decir, en una cadena menos competitiva, que Los misterios de Laura haya logrado mantener a su audiencia fiel episodio tras episodio con un pequeño alzamiento en redes sociales y medios especializados debería suponer cuanto menos un alivio.
Javier Holgado en la presentación de la novela |
De este modo, y para concluir, resulta absurdo el trato que se le ha dado a una serie que se ha descubierto exitosa, idónea para la televisión pública y con un sinfín de posibilidades para convertirla en uno de los productos emblema de la cadena mientras paradójicamente en el extranjero la serie se está vendiendo, adaptando y triunfando. Entre tanto, al espectador medio sólo le queda poner los ojos en los Directivos y esperar que se decidan a resolver el misterio de la cuarta temporada con la inversión económica mínima que supone frente a otros productos de la misma cadena, ya sin mencionar la millonada que se destina a fútbol con el pretexto de un servicio público que ni lo es, y de todos modos iba a llegar a todos los hogares sin ese gasto. Pero, amigos, this is Spain.
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