No, no lo he olvidado. Mi sección sobre Friends me interesa particularmente, porque aunque vea los capítulos 30 veces no dejan de sorprenderme. A ver, casi todo el mundo tiene por personaje preferido a Joey o a Phoebe. Lo cierto es que si los unimos en una escena, como es el caso, son insuperables. Aquí os dejo a la rubia excéntrica enseñando al italoamericano a hablar francés. Ni uno de los segundos que pasan juntos tiene desperdicio, os lo digo yo ^^
sábado, 24 de marzo de 2007
lunes, 19 de marzo de 2007
THE END
Cuando una persona sigue una serie se convierte en una especie de voyeur de las vidas de otras personas, de todo lo que les acontece mientras nosotros estamos al otro lado sanos y salvos. A veces nos gustaría traspasar esa barrera y empezar una interesante amistad con más de uno de nuestros personajes preferidos. Por eso no es de extrañar que cuando una serie llega a su fin se intente por todos los medios lograr una despedida digna de recordar. Os hablaré de todos esos finales de series que me han marcado. No creo que contengan demasiados spoilers; se supone que si una serie se ha repuesto 5 veces todos conocemos el final… Probablemente dejo algunas en el camino, pero en cuanto las recuerde prepararé una nueva entrada ^^
David el gnomo
Recuerdo como si fuera ayer el final de esta serie. Y lo recuerdo tan bien porque yo era muy pequeño y ese día dio la casualidad de que estaba comiendo solo al mediodía, ya que mi hermano estaba de viaje y mis padres trabajando. Me tragué el capítulo final y me quedé traumatizado. Recordemos que termina con la muerte de los protagonistas, aunque suavizada, claro. David y Elisa acababan transformándose en… ¿cerezos? Y un amigo creo que en castaño. Pues nada, que me pegué una hinchá de llorar yo solo delante del televisor, y cuando llegó mi madre me preguntó: “¿pero qué te pasa?” Y claro, yo como si nada… Muy memorable, sin duda.
Friends
No me queda duda alguna de que ésta es la mejor comedia que ha pasado jamás por televisión. Muchos somos los que la tuvimos que seguir a través del Plus, pero no me arrepiento, porque así fui de los primeros españoles en enterarme de que al fin se cumplían los deseos de todos y la pareja imposible acababa junta. En EEUU fue todo un acontecimiento con gente llorando por la calle y una audiencia bestial. Nunca olvidaré la última escena de la SERIE, ni el escalofrío que me recorrió la espalda cuando la vi, ni el escalofrío que me vuelve a recorrer la espalda cada vez que la veo.
Buffy cazavampiros
La única serie que conozco que puede presumir de dos finales. El primero, tras la quinta temporada, es simplemente mítico y tan pesimista que duele por su crudeza, pero el que mejor funcionaba de todos. Puesto que nadie sabía si renovarían con el cambio de cadena, decidieron probar con este final en el que Buffy toma el relevo mesiánico y se sacrifica para salvar a su hermana y, cómo no, a toda la humanidad. La última escena que vemos es la tumba de Buffy Summers con el mejor epitafio que he visto nunca, algo así como: “She saved the world. A lot”. Después llegaron las dos temporadas más oscuras de la serie (y de las más interesantes a nivel de análisis metafísico). Puesto que el primer final era insuperable, optaron por el Apocalipsis total de Sunnydale y el sacrificio de algunos de los secundarios más carismáticos. Vamos, que se notaba que hablábamos del final. Además, el gesto de Buffy mirando al vacío en principio no dice mucho, pero esa sonrisa esperanzadora es un final tan abierto y a la vez tan cerrado… un buen final para un gran producto.
A dos metros bajo tierra
La familia Fisher cambió el modo de hacer televisión y dio paso a la Segunda Edad de Oro de la televisión que estamos viviendo ahora mismo. Una serie tan impecable y polémica como ésta tenía que dejarnos un gran sabor de boca. ¿Qué mejor que un capítulo de una hora de duración para acabar de cerrar todas las tramas abiertas? Puede que se trate del final más coherente, pues no intentan dar un adiós a lo bestia matando veinte pájaros de un tiro para que todo cuadre, sino que eso ha sido un trabajo previo a lo largo de toda la temporada. Bien, aparte de las despedidas más reales que he visto entre los personajes (no dudo que entre tantas de rodaje hubieran formado casi una familia real), sobre todo Claire despidiéndose de su madre. Y por último, ese viaje que comienza al ritmo de “Breathe me”, de Sia, con tantas historias por contar en unos minutos y la esperanza de que a esta familia tan carismática aún le queda muchas cosas por vivir. Para mí, el mejor final de todos. Redondo. Perfecto.
Expediente X
A ver, lo de esta gente es para matarlos, la verdad (jojojojo, me ha salido un juego con “la verdad”). Novena y última temporada, tras algunos capítulos más acertados que otros empiezan a lograr algunos muy notables, como William, donde empiezan a atar cabo a diestro y siniestro. Acaban con muchas de las historias paralelas de la saga, desde el bebé telequinésico, los Pistoleros Solitarios, el hijo desaparecido de Dogget… y llega el penúltimo capítulo donde la cagan con una chorrada. Menos mal que el capítulo final crea expectativas grandísimas. La cosa es que las cumpla: y es que Mulder, desaparecido desde hace una temporada, hace su aparición, ¡y de qué manera! Mulder ya sabe la verdad (recordemos que el capítulo se titula “The truth”), pero el espectador –y Scully- no se hace a la idea. Tras un macrojuicio chungo y más falso que un duro de patata hacemos recuento de las dos conspiraciones del Gobierno. Bueno, al final logramos que nuestros protas lleguen a esa verdad (sorpresa incluida)… No obstante, queda esa sensación de desesperanza tan profunda que sólo puede ser paliada por un deseo. Esperar que Mulder y Scully puedan disfrutar juntos como en esa última escena en el motel. La verdad no es lo que nadie esperaba, pero Chris Carter sabía lo que quería desde hacía tiempo; no sabemos si una segunda película podría cambiar dicho sentimiento. Nos queda una cosa sobre nuestra pareja preferida y es que, al fin y al cabo, ambos creen en lo mismo.
jueves, 8 de marzo de 2007
Pequeñas alegrías cotidianas
Estaba advertido, pero aun así me pilló por sorpresa.
La carta sobresalía del buzón casi en su totalidad. Era una carta tamaño folio y de cierto grosor a mi nombre. Firmaba María de Motril.
No exagero si digo que es la carta más currada que me han mandado jamás. Se trataba de una carpeta de estas azules normales de toda la vida con un mensaje en el exterior, NO SÉ CUANTAS COSAS POR CONTAR, en letras de colores. Y dentro todo un mundo, un retroceso a la infancia, aromas de playa y constelaciones. Cascabeles, purpurina y cartulinas de colores para contarme mil cosas. Juro que me flipé con esa carta, y mis amigos que estaban conmigo pueden constatar que era sencillamente estupenda. La cuestión es que no sé qué hacer con esa carpeta, si guardarla o colgarla a modo de póster en la pared de mi dormitorio. Ahora me toca a mí empezar a pensar en la respuesta…
En las paredes de mi piso no hay cosas muy destacables. Tengo varios calendarios (el de Fotogramas es el principal), el póster de “El número 23”, mensajes de amigos, algunas fotos de hace 3-4 años, recortes de actrices y de carteles de pelis, así como alguna que otra historia escrita por mí. Mi próxima adquisición (espero) será el póster de Pulp fiction en este mismo Salón del Cómic, aunque también busco cualquiera de las pelis de Michael Gondry, Juegos secretos (Little children) y alguno en condiciones de Expediente X.
Y es que el martes fui a la Picasso con Jose y compré un libro que está resultando toda una maravilla: Expediente X: En honor a la verdad, de Sara Martín. En cuanto lo acabe escribiré largo y tendido sobre él, aunque en breves palabras se trata de un estudio exhaustivo de la serie creada por Chris Carter; no os hacéis ni una idea de los detalles que pasan desapercibidos. Da la casualidad de que el mismo día que encontré el libro acabé con el último capítulo, “La verdad”. Es un final muy digno para una serie que marcó un hito en la Historia de la televisión. Al final quedan todos los cabos atados y una sensación de melancolía y desazón debida a ese final tan ambiguo. Es como si la verdad, al fin y al cabo, fuera lo de menos...